Para un fanático del fútbol no debe haber nada mejor que vivir dentro del estadio del club del que es hincha. ¿No sería apasionante para un simpatizante de Boca tener su casa dentro de La Bombonera? ¿O para uno de River en el Monumental? Oscar Manibesa pudo cumplir su sueño, pero en el ferrocarril: amante de los trenes, se dio el gusto de vivir en la estación de Garín del ferrocarril Mitre.
Su vida es el ferrocarril. /silvana boemo
La casa, a metros de la plataforma principal, es un verdadero monumento histórico dentro de la ciudad: fue construida en 1890, y a pesar del paso del tiempo se mantiene firme dentro del paisaje estilo inglés. “Mirá, esta casa es más fuerte que cualquiera de las que se pueden hacer ahora. Fijate que está al lado de las vías y no tiene ni una rajadura. Y eso que pasan los trenes todo el tiempo. El piso es de pinotea, y las paredes de ladrillo inglés, como le decimos nosotros”, cuenta Oscar, orgulloso.
“
Hay cosas que fui guardando. Por ejemplo, tengo un farol de vía libre, que debe ser del siglo 19, que se usaba para señalizar.
Oscar Manibesa, jubilado ferroviario
Con 73 años, Manibesa recuerda los viejos tiempos, los de sus inicios. “Comencé como operario a los 21 años. Mi papá era ferroviario y yo seguí sus pasos. Pasé por un montón de puestos y aprendí mucho. Antes las cosas eran distintas, había más inversión y todo funcionaba mejor. Para mí, la mejor época fue la de los setenta. A partir del ochenta todo comenzó a empeorar, se bajó mucho el presupuesto. Pero esto es una pasión más allá de todo”, asegura.
Mirá también
La estación Villa del Parque cumple 110 años y buscan recuperar su brillo original
La casa se transformó, poco a poco en una especie de museo, donde Manibesa tiene piezas que sin dudas serían la envidia de más de un coleccionista. “Hay cosas que fui guardando con el paso del tiempo. Por ejemplo, tengo un farol de vía libre, que debe ser del siglo 19, que se usaba para señalizar. Lo trajeron los ingleses, tiene tres tipos de luces y funcionaba con mecha y kerosene. También tengo un nivel bastante antiguo para controlar el estado de las vías. Y una bolsa de lona que se usaba como cantimplora para tomar agua: los conductores la colgaban afuera de la locomotora para mantenerla fresca en los viajes, imagínate el calor que haría con la máquina a vapor. Además guardo un aro de vía libre y bastón piloto, que se utilizaba como señal”, describe.
Convirtió una vieja casa del ferrocarril en su hogar
En las paredes de su casa exhibe fotos de su época de ferroviario./Silvana Boemo
En una de las paredes de la casa hay un estante que exhibe con orgullo un trofeo de fútbol de un campeonato ferroviario. Y en otra, las fotos de diversas formaciones de trenes tapan por completo la pintura desgastada de las paredes. Hoy jubilado, Manibesa todavía se las arregla para mantenerse ocupado y hacer algunas tareas para el ferrocarril.
Mirá también
Renuevan estaciones del Urquiza tras años de deterioro e inseguridad
El cariño por la casa es más que especial. Oscar llegó en 1969 y allí creció su hijo, quien todavía va a visitarlo junto con sus nietos. “Somos muchos los empleados y ex empleados que vivimos en las propiedades del ferrocarril. Para nosotros es un orgullo, algo especial”, relata, mientras muestra los papeles amarillos y escritos a máquina que lo acreditan como el legítimo inquilino.
Para las personas ajenas al mundo de las vías y de los trenes, una de las preocupaciones principales pasa por los ruidos: ¿se puede dormir sin sobresaltos con los trenes al lado, tocando bocina y pasando día y noche? Manibesa despeja toda duda: “¿Qué ruido?”, dice, entre risas. “Duermo bárbaro, sin ninguna clase de problemas. No hay nada más lindo para un ferroviario que vivir rodeado de trenes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario